miércoles, 30 de diciembre de 2009

A mi ritmo.

Mira tú, la vida es un camino que hay que recorrer
sabiendo que, a los lados, no hay más que una voz
que grita muchas cosas y no escucha, no.

Oye bien, no soy un puto loro, no repito ná,
si quieres entenderme siéntate sin más
y ábrete, sí, ábrete.

¿Lo notas? Son las ondas que me corren por la sangre y las
sonrisas que me vuelan para aquí y allá
y el canto a media noche del mejor juglar.

lunes, 28 de diciembre de 2009

Smile.

-Amor.

-Dime.

-¿Has pensado alguna vez en la cantidad de energía que desperdiciamos llorando?

-¿Desperdiciamos? No sé, todos necesitamos llorar alguna vez. Es como.. Desfogarse, supongo.

Él lanzó una bocanada de humo en dirección a la ventana del dormitorio. En la cama yacían dos cuerpos entrelazados; no sabría deciros cuál era de quién. Sólo sé que él bajó su mirada y la fijó en esa media melena esparcida sobre su pecho, y esos ojos entrecerrados que no veía pero sentía. Y que, luego, siguió hilvanando sus pensamientos en el aire íntimo, nocturno que lo rodeaba.

-Pero.. ¿Por qué no desfogarse riendo?

Y recuerdo que entonces la boca oculta por la media melena rió, y se acercó a la boca que había hablado por última vez. Y que una y otra se encontraron nuevamente. Ellos se desfogaron queriéndose...

¿Y vosotros?

sábado, 26 de diciembre de 2009

The sweet escape.

-Aquí podremos descansar.

-¿Cómo sabes que no nos han seguido?

-¿Quién iba a seguirnos a nosotros? -ríe, mientras busca algo con que limpiar el suelo, lleno de polvo y hojas-.

-Pues... -su voz tiembla- Ellos.

-Ellos están muy, muy lejos de nosotros, a estas alturas. Además, mi amor, ya no les interesamos.

El silencio cae sobre la pareja de jóvenes amantes. Tienen razón, nadie los busca porque nadie quiere saber dónde están. Qué bien se vive en el olvido...



Ah, ¡la dulce huída!

jueves, 24 de diciembre de 2009

Un día cualquiera

Él se levanta de la cama, poco a poco. Pretende no despertarla. Con las manos, las piernas, con su intimidad siente la tibieza de las sábanas blancas y el fuego que las ha templado. Él es cansancio post-coital; la pura bohemia.

Se acerca a la ventana, descalzo, desnudo. En el alféizar descansa un paquete de tabaco. Lo abre, saca un piti y se lo pone en la boca, con desgana. A través de los cristales empañados, la ciudad se revela en una vigilia antinatural.

-Las farolas le impiden dormir -se dice él, en voz baja.

Pasan unos instantes. Nada parece moverse a uno u otro lado de la ventana. Y, de repente, una mano rodea su cintura. Otra mano se une a la primera, y él es abrazado. Entonces, una voz susurra.

-¿A quién?

Él, que ha estado observando esas manos finas, de mujer, como si fueran algo desconocido, excitante y maravilloso, alza la vista a ese paisaje humanamente nublado.

-A la ciudad.

Esas son las últimas palabras de ese día que no acaba de nacer. Una de las manos deja de abrazarlo y, flotando, se desliza hasta la persiana. En unos segundos, la habitación queda a oscuras.

Y las manos le arrastran a la cama nuevamente, y se apoderan de cada milímetro de su piel. Se deja llevar, y olvida la tragedia de una ciudad que no duerme.

Las cosas son mucho menos dolorosas cuando haces el amor con la persona que amas.