viernes, 19 de marzo de 2010

Naturalmente.

Perdonad mi ausencia. El otro día me enteré de que una persona ya no leía mi blog, y a eso se le sumó una montaña de problemas que me han apartado de vosotros.

Es triste enamorarse. ¡Ya véis lo que dura el amor! Un suspiro, una noche, unas vacaciones. Puede que medio año, o un año, o dos. Puede que media vida. O la vida entera.

Pero, al final, el amor se acaba. Es como la vida; se parece tanto a ella, ¡que el que es de verdad dura exactamente lo mismo!

O eso dicen.

Mi abuelo Luís vivió décadas con el amor de su vida. Con Isabel, la mujer más maravillosa que he conocido en mi vida. Me brillan los ojos cuando pienso en ella, y ya, ya, casi lloro. Aún no. Pero la vida es tan triste como el amor, porque un día se acaba.

O puede que eso sea lo que la hace el regalo más grande. Como el amor. Sea como sea, mi abuelo se perdió en los pliegues de las sábanas de aquella cama de hospital, hace nueve años. El último suspiro de mi abuela se llevó a Luís consigo, y nos dejó a un hombre que no sabía qué hacer con su mundo. ¿Qué mundo, si ya no estaba ella?

Enamorarse es triste. Vivir, un reto. Y es que ahora le veo ahí, en el hospital, con la mirada perdida y la mente ausente; le veo y él está en alguna otra parte, pensando en días que han quedado muy atrás. Dicen que la edad va borrando los recuerdos más recientes. ¿Os imagináis? Que llegue un momento en que sólo recuerdes aquellos años que pasaste junto a ella. Que no recuerdes que ya no está, y vuelvas a ser feliz.

Enamorarse es ilusión. Vivir, felicidad a plazos.

Como dijo el poeta, "que muera la noche || y vivan los enamorados."

lunes, 8 de marzo de 2010

Nieva en Montjuïch

Hoy ha nevado.

¿Ya está, eso es todo? ¡Oh, es que no nieva todos los días, en Barcelona! De hecho, según mi padre, hacía décadas que no nevaba: desde los años 60. Es que los barceloneses nos lo tomamos con calma. Bueno, pero lo importante no ha sido la nieve.

Lo verdaderamente importante ha sido el efecto que la nieve ha tenido en Barcelona. Mira, en mi universidad, por ejemplo, la gente ha cambiado. Normalmente ves cómo los grupillos se forman en sitios concretos, y están los que fuman y los que se sientan en los bancos y ven pasar las motas de polvo.

Hoy todos jugaban con la nieve, se tiraban bolas, los del patio grande bombardeaban a los que estábamos abajo, intentando salvar las pocas zonas corporales que aún no estaban chorreando. En general, todos reíamos, nos lo pasábamos bien.

Somos niños, en el fondo. Niños jugando a ser adultos, rodeados de libros que apenas nos interesan. Quién pudiera ser libre.




"¿Sabes? Mi abuelo solía decir que, cuando nieva, es porque la gente está haciendo las cosas bien."

miércoles, 3 de marzo de 2010

Amor del verdadero.

Llevaba tiempo buscándote, y no me había dado cuenta. Vi tus curvas en otros cuerpos, y creí haber encontrado la felicidad. ¿Puedes creerlo? Me pareció que tus ojos eran otros ojos; que no era cierto eso que decía la gente; que el amor se reducía a aquello.

Yo... Llegué a pensar que nunca te encontraría. Que amar se iba a reducir, por el resto de mi vida, a un continuo toma y daca; a una serie interminable de deudas por saldar.

Pero, de repente, en el lugar más insospechado, allí donde ni siquiera había depositado la más mínima esperanza; en esa tienda, en ese local, en ese lugar extraño que nunca me había atraído; en una casa francesa te encontré.

Tú ahí y yo enfrente, los dos observándonos. Tus ojos y mis ojos clavados en los del otro. Y las miradas de extraños clavándose en nosotros, como si fuéramos especiales. Porque tú eres especial. Diferente. Oh, vaya que sí. 

Cómo puedo quererte tanto. A ti, que destacas en cualquier sitio; que eres sofisticación, elegancia, belleza. Que eres perfección atemporal.

A ti, Citroën C3 SX. Desde ayer eres mío por contrato... Yo soy tuyo desde siempre por amor.


lunes, 1 de marzo de 2010

¡Curioso!

A veces, me quedo embobado mirando una escena. El mundo es un gran teatrillo, ¿eh? Es apasionante. Me doy cuenta de ello cuando estoy contento, y hoy lo estoy. Y mucho. He conseguido encontrar el equilibrio, mi equilibrio.

El tema hoy es: Necesitamos nuestra rutina. Fijaos, cuando estéis en alguna parte, en lo que va sucediendo a vuestro alrededor. Si os acordáis de mí (¡sería genial!), mirad lo que hace la gente. Sólo eso. De verdad, no os arrepentiréis.

El otro día, estaba en un bar con una amiga. El camarero cogió una pequeña cuña y la colocó bajo la puerta después de abrirla de par en par. Supongo que quería que se ventilase el local un ratillo. Pues bien, aquí es donde entra en juego la dinámica humana.
Aunque no os lo creáis, todos y cada uno de los clientes que salieron de allí intentaron CERRAR la puerta que, claro, al estar calzada, apenas se movía. Y yo observándolo todo y riéndome interiormente.

Ah, pero esto no es lo más curioso. ¡Lo mejor era cuando alguien intentaba entrar en el establecimiento! En vez de ABRIR la puerta, lo que hacían era pasar por la pequeñísima rendija que había dejado el último en salir. Imaginaos aquello: una pareja de treintañeros, metiendo barriga para lograr colarse por el espacio mínimo entre la hoja de la puerta y la pared.

¿Qué conclusiones sacamos de todo esto? A mí se me ocurren unas: que, al dejar atrás algo, nos gusta saber que se queda tal y como estaba al llegar; y que, al encontrarnos con algo que no esperábamos, en vez de intentar detenernos y reflexionar, preferimos tirar p'alante y ver cómo se desarrollan los acontecimientos.

Bendita humanidad.