Querido diario:
Tengo tantas ganas de bailar, que podría volverme loco ahora mismo. Barcos y más barcos desfilan ante mí, y mi libro de Economía se siente derrotado. Está perdiendo, una vez más, su batalla particular contra mis ansias de verano.
El sol se ha ido ya; a media tarde, en Ampuriabrava las nubes lo cubren todo y el aire se vuelve fresco, otoñal. Es como disfrutar de unas vacaciones en dos estaciones a la vez, sí. El mundo está lleno de estos dobles filos, ¿no crees?
Me siento bien, muy bien. Relajado y a salvo: no puede pasarme nada malo aquí. Nina está lamiéndose las patas en mi regazo, y una canción de La vida es bella lo armoniza todo: su feliz apatía, mi apatía feliz. Esto es apatodemonía en estado puro.
Tengo la garganta seca. No sé si por la resaca de ayer por la noche, o porque... Vale, joder, es por la resaca de ayer. Pero, contra todo pronóstico, hoy me he levantado a las diez menos diez, como un campeón. Y aquí estoy ahora, escribiéndote lo primero que me pasa por la mente para no pensar en que tengo que estudiar Economía. Como, por ejemplo...
Quiero conocer a una chica, ¿sabes? Una chica que me haga sentir especial, que se fije en que no tengo los ojos marrones del todo; que se sienta atraída por mí y que se ría mucho.
Tiene que ser un sol radiante, como ese que ahora no se ve aquí, en Ampuriabrava.
Algún día podré llevarle el desayuno a la cama, seguir con la yema de mis dedos la curva de esos hombros de mujer y besarle la espalda. Y decirle "buenos días, princesa".
Algún día.