martes, 28 de septiembre de 2010

I see you

Culpa a las chicas por no verte.
A los chicos por verte demasiado
cuando quieres ser invisible.

Culpa después al entorno,
a los malos hábitos,
a los buenos.

Después repasa tu infancia,
examina tu adolescencia.
Las noches sin dormir;
los sueños.

Tú la ves. Está ahí,
marcando tu ritmo.
Ríe, está seria, vuelve a reír.
Natural, humana, normal.

Apenas un espejismo.

sábado, 18 de septiembre de 2010

A los que sufren

Querer a distancia
es querer triste.

Eso dicen.

Yo he querido
y he echado de menos,
y mi amor estaba lejos.

Tanto, que no se veía:
sólo en los días de lluvia,
con rayos y truenos
y a lágrima viva.

Querer a distancia
-a tres calles
o al otro lado del mar-.

Querer -no, amar-
y echar de menos

y llorar.

Hasta luego, verano

Tres meses después, el trabajo en la tienda llega a su fin. Inevitable y triste.

Dulce rutina, ¿eh?

Es momento de comenzar con nuevos rituales, manías nunca antes sufridas, placeres que haremos nacer para sentirnos mejor: ¿nueva marca de tabaco? ¿café o té después de cenar? ¿Piti en el balcón o en la terraza?

Nuevo año escolar. Pues vaya.

Echaré de menos muchas cosas vividas este verano. A mi compañera de alma, de juegos y de almacén; a mis amigas en la tienda; ¿incluso los encontronazos con el jefe? Supongo que eso será fácilmente olvidable.

Este verano me he enseñado una lección que, para mí, es importante: la felicidad consiste, en gran medida, en poder hacer lo que quieras, y no tanto en realmente hacerlo.

Me siento triste, y no sólo por no haber podido ir aquí o allá. Al menos, no sólo por eso. Noto que ya se me escapa todo, que se me hace tarde para, que no llego a. Me reconforta quedar con él y ella, con ellas, y con ellos también. Con esos pocos núcleos de seguridad que aún conservo: amistades terribles, grandes o inmensas. Depende de con quién.

Me da miedo pensar que la amistad pueda ser como el verano. Que empiece siendo cálida, con cielos azules y un sol radiante; que continúe con mucha luz y breves lapsos de noche; y, al final, como todo, empiece a marchitarse. Qué jodido.

Qué jodido, triste y ¿real?