Muerte de un mundo. Otro nace justo al lado.
Muerte y vida comparten el mismo objeto. El mismo juguete. ¿Qué soy yo, sino un objeto vivo? Un día, espero que lejano, moriré. Claro. Pero saberlo me hace doblemente poderoso. Porque sé que el camino acaba antes o después, y porque soy capaz de trazar la ruta a mi gusto.
Quién sabe si estoy preparado o no. Sólo con el tiempo podré decirlo.
Por ahora sé que, a lo largo del camino, se me han ido cayendo los amigos.
Mira, ahí va uno. Ahí va otra, y ahí otro. Ah, a ese sí que no me esperaba verlo, manchado de barro y hierbajos. (el pasado se pudre entre polvo, lágrimas y semillas entre zarzas).
No entiendo qué estoy diciendo. Nada tiene sentido, y tú estás a un lado, fornicando con mi mente. Os miro impasible, como he observado a esos cadáveres de amistad y momentos perdidos.
Nubes y nubarrones, negros y grises, y pájaros anunciando el fin de un mundo. Nubes ligeras, cargadas de naranjas y fuego si miro hacia el mar. La tarde cambia un cadáver por un bebé. La luna estará de parto esta noche. Como cada noche.
Bendito el sol nuevo, que traerá nuevos motivos para que yo escriba.