Noto cada segundo que pasa,
callado. Cada segundo
y cada minuto y cada hora.
Cada silencio perpetuado.
Tras el amor salvaje
y el verano y las olas,
tras las horas de cama e intimidad,
nos queda este otoño rancio.
Un "siempre tendremos París"
sin nada con qué contentarnos.
La espera me lo quita todo,
las referencias y el llanto.
Es una inquietud mortal,
un dolor en el estómago.
Un vacío infinito. El frío
ha llegado.
Apatodemonia en un ciclo renovado.
La historia se repite
y nosotros aprendemos
y luego lo olvidamos.
"Siempre tendremos París".
Siempre tendremos algo.
...
¡Algo!
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